Hace ya tres años, publiqué un pequeño artículo en mi blog. Se trataba de un escrito que intencionadamente titulé: ¿Misión compartida o misión partida?, en el que, al tiempo que me hacía eco de la ilusión que estaba experimentando al poner en marcha el proyecto de la Misión compartida, manifestaba una sentida preocupación acerca de la ineludible necesidad de trasmitir –a quienes estaban llamados a compartir con nosotros la misión– el espíritu, o si se prefiere el carisma –el alma del ser y hacer amigoniano–, si no queríamos que la Misión compartida acabara siendo simplemente una Misión partida que se limitase tan solo a compartir un trabajo en el amplio ámbito de la educación.

Aquella entrega estaba pensada como la primera de otras tres intituladas: La Panacea, La Puesta en Marcha y La Dura Realidad, encaminadas a destacar las bonanzas y dificultades que había supuesto la puesta en marcha del exigente proyecto de compartir la misión, y a resaltar los éxitos logrados hasta el momento, destacando de forma especial: la creación del Equipo de Titularidad de los Colegios –entonces Amigonianos, hoy Amigó–, del Comité de Dirección de la Fundación Amigó, y la realización de distintos Cursos de Formación Inicial, Continua y de Directivos, a través de la también establecida entonces Escuela de Formación.

Hoy –tres años después– quiero retomar la reflexión desde lo que yo mismo percibo y constato respecto a la Misión compartida.

Al inicio del trienio se hicieron nuevos nombramientos para los puestos directivos de los Colegios y durante el mismo –y a pesar de la pandemia– se continuaron realizando distintas innovaciones, entre las que destaca, a mi entender, la Plataforma Ayarobla, que puede contribuir muy positivamente a la formación.

Sería, sin embargo, una pena que alguien pensase que ya se puede decir aquello de Misión cumplida con que en algunos ambientes –especialmente militares– se da por concluida una tarea, dando así, en cierta manera, un carácter definitivo a lo actuado hasta el momento.

Y nada sería más pernicioso que dar por finalizada una aventura que tan solo está comenzando.

Hay cuestiones fundamentales que deben de irse afrontando a fin de que la Misión compartida vaya ganando en credibilidad  y trasparencia entre todos aquellos que se integran en los proyectos educativos amigonianos y no sólo entre los que componen los estamentos directivos, nombrados, por lo general, “a dedo” y sin una seria consulta a las bases. Y a este respecto, es ya imprescindible y urgente, por poner un mero ejemplo: establecer el tiempo máximo de duración de cada cargo directivo y establecer asimismo tablas salariales –de público conocimiento– en las que se especifiquen los complementos remunerativos a percibir en los distintos cargos de los Colegios Amigó y de la Fundación Amigó.

Y, por supuesto, debe intensificarse la formación inicial y continua de educadores y profesores y la formación específica de la función directiva, incidiendo, de forma particular, en la trasmisión de los valores más castizos de la identidad amigoniana.

EPLA, 7 de marzo de 2022

Juan Antonio Vives Aguilella

2 thoughts on “

  1. Vives, estoy totalmente de acuerdo con tu artículo y con la idea manifestada. Me da la impresión, no estoy del todo informado, que falta formación sobre la misión y el carisma, que no son «dones infusos». Un abrazo

  2. Un gran reto es compartir, transmitir pero aún más difícil dar el relevo del carisma amigoniano a quienes están en el entorno pero….., no es misión imposible pero difícil. Todo lo que se haga será imprescindible y, en ocasiones no suficiente porque será imposible. Todos los demás “detalles” ayudarán sin duda.

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