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Personas “junco” o personas “acero”

            En el Libro de los Jueces (7, 5-7) se cuenta cómo Dios, a fin de reducir un ejército hebreo excesivamente numeroso, ordenó a Gedeón que se quedase tan solo con aquellos “que no se arrodillaron para beber

            Esa frase de la Biblia tiene, a mi entender, claras conexiones semánticas, de significado, con esta del líder revolucionario mejicano Emiliano Zapata que proclama que “es preferible morir de pie que vivir arrodillado[1] e incluso con esta otra más reciente y, si se quiere, más popular y folklórica que hizo famosa la niña María Isabel López al cantar aquello de “Antes muerta que sencilla”.[2]

            Todas esas frases – la de la Biblia, la de Emiliano y la de María Isabel- se refieren a aquellas personas que no están dispuestas a vender, a prostituir, su dignidad personal, su estilo y personalidad, la belleza irrepetible de su individualidad, por nada y, mucho menos, por un triste “plato de lentejas[3] Son estas, las personas que me gusta denominar “personas acero”; personas que aun sin aferrarse irracionalmente a las propias creencias y estando, por ende, dispuestas a cambiar por propio convencimiento y tras seria reflexión, si es el caso, son capaces de quebrarse como el acero, antes que inclinarse y someterse a los dictados ajenos por muy caras y dolorosas que sean las consecuencias que puedan derivarse de su postura.

            Frente a ellas, se encuentran las “personas junco”, aquéllas que -sea cual fuere su opción sexual- ante el más mínimo halago a su ego, o ante la más pequeña promoción de su estatus social, institucional y, por supuesto, económico, no dudan, ni por un instante, en someterse, sin atisbo alguno de reflexión o autocrítica, a la “soberana” voluntad de los que “mandan”. Estas –en contra de las “personas acero” que resultan, al menos incómodas, para quienes ostentan un poder reñido con una verdadera autoridad moral – son muy apreciadas, al menos en apariencia, por quienes impulsados por unas ansias desmedidas de “dominio” –o lo que es peor, si cabe, por una inconfesada vocación a la dictadura, revestida, por lo general, de engañosas formas democráticas- encuentran en ellas –en esas “personas junco” los necesarios “escuderos” y “colaboracionistas” para llevar a cabo sus malignos planes.

            Y es que para los dictadores –o para quienes lo son en su corazón por mucho que intenten disimularlo y disfrazarlo- la lealtad consiste solo y exclusivamente en un “ciego sometimiento” que nunca podrían conseguir –y lo saben muy bien- por parte de las “personas acero” para quienes la lealtad está irrenunciablemente unida a la libertad de poder expresar –con respeto, sí, pero con total sinceridad- las propias opiniones.

            Para las “personas acero”, pues, la lealtad a sus superiores en las tareas de gobierno siempre es resultado de una obediencia precedida de la expresión de las propias opiniones, mientras que, para las “personas junco”, la lealtad es una quimera ya que empiezan por no ser leales ni a sí mismos.

            Desgraciadamente, dada la natural tendencia al egoísmo del ser humano, las “personas junco” son las más y su lema acaba siendo: “ande yo caliente y ríase la gente”, como le gustaba repetir a nuestro genial Luis de Góngora.

 4 de noviembre de 2025

 Juan Antonio Vives Aguilella


[1] Esta frase pronunciada repetidamente después por Dolores Ibárruri y atribuida incluso al “Che” Guevara, es original, según la Inteligencia Artificial, del revolucionado mejicano.

[2] Canción de 2004 de María Isabel López. Según la Inteligencia Artificial la frase indica que se prefiere la muerte antes que renunciar a la propia personalidad y estilo –incluso en el modo de vestir o comportarse-; antes que convertirse en un ser simple o aburrido.

[3] Gn..25,29-34

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