En un principio pensé titular esta pequeña reflexión: Amar o amarse, pero después me percaté de que no era esto lo que quería expresar aquí, pues el amar no tiene por qué estar en contraposición con amarse. Es más, el propio evangelio propone como medida del amor a los demás el que uno se tiene por sí mismo (Mt. 22, 39). Quien no se ama, quien no crece en autoestima, no puede amar de verdad a los demás.
La idea fundamental que me ha llevado a la reflexión que ahora me ocupa está en línea con ésta otra expresión recogida por el propio evangelista Mateo: “Quien quiera salvar su vida, la perderá, pero quien pierda su vida por mí, la encontrará (Mt. 16, 25). Expresión esta que es crucial –a mi entender– a la hora de analizar distintos comportamientos sucedidos durante la pandemia del Covid’19.
No cabe duda de que, en medio de la gran tragedia provocada por el virus, los grandes protagonistas –junto con quienes estrechamente han colaborado con ellos– han sido los médicos, enfermeras y enfermeros, que, desde sus convicciones profesionales –fundadas en móviles religiosos, o simplemente humanos y deontológicos–, no han dudado en exponer su vida para salvar la de los otros, y han encontrado así –no cabe duda– un mayor y más gratificante sentido a su propia persona y profesión.
Frente a estos protagonistas –que simbolizan la cara de la moneda– se encuentran, tristemente, aquéllos que, haciendo gala de su insolidaridad han pensado en salvarse ellos mismos, recurriendo a toda clase de tretas y artimañas para conseguir, por encima de la normativa establecida, la ansiada vacuna.
Y ¡qué pena! que, entre este número de personas insolidarias, se encuentren gentes que, por las creencias religiosas de las que, aunque sea silenciosamente, alardean, más debieran haberse distinguido por su solidaridad. Pareciera como si hoy en día, cuando en ambientes eclesiales tanto se habla de descernimiento y de sinodalidad, se hubiese perdido de vista que discernimiento es, en últimas, distinguir y escoger lo que conviene al “nosotros”, en vez de inclinarse por lo que beneficia tan sólo al propio “yo”, y que sinodalidad es caminar junto a los demás, sin distinciones ni privilegios, y no, ir dos pasos por delante de los otros.
EPLA, 7 de julio de 2021
Juan Antonio Vives Aguilella
Muchas gracias por tus reflexiones, pero debemos extender los agradecimientos al resto de los que con mucho esfuerzo han entregado su tiempo para que los demás tuviésemos fe en el futuro: los administrativos de sanidad ( mi muer esta trabajando 12 horas diarias desde el principio de la pandemia),policías, conductores de ambulancias… Y gracias a todos los que han llorado por el dolor de los que sufrían.
Amigo Vives, sigues teniendo una lucidez que nos deja ser optimistas.
Un gran abrazo