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Poetas de la acción 3

La pedagogía, no cabe duda, es una ciencia, pero es también, ante todo y sobre todo, un arte.

La ciencia, por su propia naturaleza, es principalmente un producto del razonamiento. El arte, por su parte, es, más bien, resultado del sentimiento.

La simbiosis que se debe establecer entre razonamiento y sentimiento en el mundo de la educación la expresa –a mi entender magistralmente– Miguel de Unamuno en su novela ­–filosófica como todos sus escritos– Amor y Pedagogía, en la que, frente a una educación entendida como pura ciencia, resalta la trascendental importancia que tiene en ella el arte nacido del corazón.

Desde esa perspectiva, a mí me gusta definir a los educadores como poetas de la acción.

La poesía –entendida en su más original etimología como el arte de hacer, de crear algo nuevo– no puede circunscribirse sólo al ámbito de la palabra, sino que puede y debe aplicarse asimismo al de la acción.

Al igual que la palabra se convierte en poética, cuando se la “preña” de senti­miento, cuando se la recrea desde él; así también, la acción es poesía, cuando el hacer que por naturaleza comporta, nace y es rodeado constantemente desde la calidez del corazón.

Poetas de la acción son, pues, aquellos educadores que tienen la virtud –desde la inspiración creativa que cada día les infunden los propios sentimientos– de convertir en vino, el agua; de convertir en sentimiento lo que el intelectual llama “ideas” y lo que el legalista gusta denominar “la ley” o “los reglamentos”.

EPLA, a 1 de septiembre de 2017

Juan Antonio Vives Aguilella

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