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La gratitud, asignatura pendiente 3

Uno de los grandes valores humanos es, sin duda, la gratitud, el agradecimiento, aunque desgraciadamente hoy en día parece ser uno de los más olvidados y relegados y, a veces incluso desprestigiado –cuando no, denostado– en algunos contextos y ambientes.

Se ha dicho –y posiblemente es cierto– que vivimos en una sociedad regida por derechos, en la que se tiende a olvidar los deberes. Todo el mundo tiene derecho –y está muy bien que así sea– a educación, sanidad, honorabilidad, respeto a las propias creencias y opciones de vida… Pero no conviene olvidar ni silenciar que ese mismo sujeto de derechos es, al mismo tiempo, sujeto de obligaciones, tales como el respeto a las leyes, a los códigos de convivencia, a las creencias y opciones de vida de los demás…

Y con tanto acrecentar derechos y relegar obligaciones, la persona ha ido perdiendo, en muchos casos concretos, la capacidad de sentirse agraciado. Y, sin este sentimiento, no puede surgir con espontaneidad la gratitud.

Desde esa perspectiva, la gratitud viene a ser la mejor prueba de que la persona concreta se ha sentido querida… Quien se siente querido es agradecido. Quien no se ha sentido querido –ya sea porque vive encerrado en sí mismo, ya sea porque no se le ha querido como él lo necesitaba– por muchos y grandes que hayan sido los favores que se le han otorgado, no es agradecido. Esta persona, en realidad, no ha asumido los favores como regalos gratuitos, sino como algo que le era debido.

En toda relación humana, hay, además, un ámbito que nunca podrá ser debidamente legislado y, por ende, nunca podrá reducirse al ámbito delimitado por el binomio derechos-deberes, sino que se abre, por su propia naturaleza, al mundo de los sentimientos.

Se pueden legislar –sí– horarios y cometidos laborales que son, más o menos, evaluables objetivamente, pero ¿quién puede legislar el cariño, la delicadeza o el buen talante con que son ejercidas las obligaciones contractuales?

Aunque uno –llevado por una conciencia mercantilista propia de quien piensa que todo se compra con dinero– creyera que no hay por qué agradecer el servicio prestado, no por ello, dejaría de ser un desagradecido, al no ser capaz de reconocer –y en consecuencia corresponder– al sentimiento que quien ha realizado dicho servicio ha puesto en su ejecución.

Nunca está de más saber decir ¡¡¡GRACIAS!!!

EPLA, a 10 de abril de 2017

P. Juan Antonio Vives Aguilella

 

One thought on “La gratitud, asignatura pendiente

  1. Gracias! . A la vida, que me ha dado lo mejor que tengo, mi hijo.
    Gracias a quienes me quieren , porque de ellos me llega el amor, la compañía, el respeto, el recuerdo. ………me hacen sentir viva.
    Gracias a quienes me niegan, a quienes me desprecian, a quienes hablan mal de mi a mis espaldas, a quienes me miran «desde las alturas» , a quienes pasan por mi lado y giran la cabeza…………. porque gracias a todos ellos me fortalezco, me hago más presente y me renuevan las fuerzas para continuar trabajando desde la humildad.

    Que no pase un solo día sin decir GRACIAS. !

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